jueves, 13 de febrero de 2020

Ser periodista: dos razones y una más


Por: Marelbi Olmos

Para ser periodista, antes que nada, hay que ser una buena persona, pero también es cierto que no hay nada más arrogante que creerse bueno, como se lo escuché alguna vez a una afamada psicóloga. Sin lugar a dudas, para ejercer este oficio se debe ser empático y estar dispuesto a ponerse en los zapatos del otro, como diría John Lee Anderson. Por eso, quien ejerce genuinamente el periodismo, ni siquiera se da cuenta de cuán valiosa y fundamental es su labor.

Una vez una entrañable profesora me dijo que a veces quienes se hacen periodistas o deciden embarcarse en este oficio, lo hacen por tres razones, de antemano aclaro que las dos primeras tienen una connotación desfavorable:

La primera razón tiene que ver con el deseo de lograr visibilidad pública. Sí, es cierto que a la mayoría le genera cierto regocijo firmar una columna en un periódico o en un medio digital, aparecer en pantalla o ser escuchado en radio. Pero esa vanidad velada no puede terminar explotándose solamente para satisfacer intereses personales.

La segunda razón va ligada al poder: aquellos que desean estar cercanos a los poderosos porque, como periodistas, tienen acceso a ellos y a la información privilegiada que esos sujetos conocen por la naturaleza de sus cargos políticos o económicos.

Y una tercera razón, que me dibuja una sonrisa, es el deseo genuino de velar por los intereses de la comunidad. Aquellos quienes deciden hacerse periodistas porque ven en el oficio un ejercicio de vigilancia a las acciones de los poderosos.

Conozco muy buenos ejemplos en la profesión periodística y, de uno en particular que se aleja de las dos primeras razones para ejercer este oficio y, en cambio, se acerca mucho a esa tercera noble razón.

Me explico: trabaja para uno de los medios más importantes de este país y también para medios regionales y locales, pero se cuida de no figurar, prefiere el anonimato; no habla en medios para exponer sus propios intereses y en su generosidad infinita, sus investigaciones, las firma como una unidad investigativa o como parte de la sección en la que trabaja.

Además, tiene acceso a fuentes oficiales del poder, pero no se queda sólo con lo que obtiene de ellas porque busca en otras. Pero, sobre todo, sus denuncias ayudan a esclarecer las oscuridades del poder, convirtiéndose en un verdadero “perro guardián”.

En este escrito quiero hacer honor a quien honor merece, es decir, al periodista de la tercera razón que un día me diera mi profesora, aquel que con su vida profesional es un ejemplo para futuras generaciones, que no se la cree; al que le da igual asistir a ceremonias para recibir premios y mucho menos se vanagloria por lo que debe hacer, es decir, trabajar con integridad por la verdad.

¿Que quién es? No lo preguntaría en singular, mejor diría, ¿quiénes son? Pues casi todos los periodistas de Colombia, profesionales anónimos que, en medio de su tarea diaria, nos muestran cómo se ejerce con coraje y valentía uno de los oficios más bonitos del mundo, como diría Gabo.

¡Feliz día!

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